Amor incondicional
Ama
a tu prójimo, como a ti mismo
Máxima evangélica
El día 22 de septiembre
de este año, escribía yo en este mismo blog, el primero de cuatro artículos, en
donde hablaba del libro “El proceso de la Presencia”. Si quieres verlo puedes
encontrarlo aquí, en este enlace.
Ahora estoy escribiendo
inspirándome en “la sesión octava” de este Proceso, que no es fácil. Yo mismo
me sorprendo el haber llegado hasta aquí, desde el mes de agosto pasado, que
comencé con decisión a hacerlo, en un segundo intento. El primero fue hace más
de seis años y desistí. Espero terminarlo, pues me queda más de medio libro.
Pero mi intención es
comentar la importancia de este apartado, que intentaré resumirlo con mis
propias palabras. En efecto, la mayoría de nosotros tenemos un “yo infantil”, herido,
lastimado que ha sido reemplazado por un “yo adulto”, que no es auténtico, que
ve “normalidad”, donde no hay más que falsedad, hipocresía, etc… y para
camuflar, silenciar o acallar al “yo infantil” se refugia en el “control” y la “sedación”,
de ahí, toda la cadena de adiciones, manipulaciones, engaños, etc… en la que
vivimos sumergidos, echando pestes del mundo, de la educación recibida, de la
historia y achacándole a nuestros padres, los “traumas” que nos crearon en nuestra
temprana infancia; pero yo pienso en los míos, por ejemplo, pobrecitos,
¡bastante tuvieron en sobrevivir en aquellos duros años de la primera
posguerra, como para pensar en no traumatizar a sus hijos!. Michael Brown, ha
dado en el clavo en esta sesión y para que veáis, que es puro evangelio lo que
propone, os invito a léela. Al final tenéis el enlace; pero os advierto que
para llegar a este punto, hay que leer y practicar unas 300 páginas y que quedan
todavía muchas más. Yo simplemente doy gracias a Dios, por haberme topado con
este libro en un momento, si no crítico, un poco especial de mi vida. Podéis leer
aquí dicho apartado.
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