jueves, 29 de noviembre de 2018


Deja todo y sígueme (y 3)

Conviene recordar la idea del reino, donde Jesús presenta una serie de valores destinados como alternativa a la sabiduría convencional. La vieja fórmula no funciona. Conduce al predominio, agresividad, opresión y violencia, tanto en el escenario doméstico como en el internacional.
Thomas Moore, página 172 del libro que comentamos


No es fácil escribir sobre este tema, ya que no es una vivencia que sea muy frecuente. “El que me la hace me la paga” o “Se va a enterar” o tal vez  “¿Quién se ha creído que es?”, “¡Que cara de tonto se le quedó cuando se lo dije!...”, etc… estas son frases que solemos emplear con demasiada frecuencia y por eso me sonrojo, si pretendo “dar consejos que para mi no tengo” y por eso he estado a punto de saltar estas siete páginas del capítulo 8.
Pero también está la cara de la moneda, con el ejemplo que nos han dado y nos están dando los cristianos perseguidos en oriente por los fanáticos y sin ir mas lejos, el otro día me encontré con una buena persona, ya octogenaria, a la cual unos timadores, desde un país lejano, le sacaron, mediante una llamada telefónica, con el cuento de que un sobrino suyo había tenido un accidente, 2000 euros y ella me dijo que se había llevado mucho disgusto; pero que los perdonaba y lo que es más importante, rezaría por ellos. “Unidos en oración” es su lema, unidos tanto enemigos como amigos. ¿No es ese el Cuerpo místico de Cristo?; pero como dice el autor en la misma página “El yo moderno teme al otro. Quizá la otra persona posee algo que yo deseo, o vive de una forma que no comprendo. Incluso los seguidores contemporáneos de Jesús no consiguen (no conseguimos) escapar a la paranoia y no respetan las percepciones espirituales del otro” y más adelante: “La palabra “ágape”… trasmite un sentimiento comunitario de conexión,  que Pablo describe como desinteresado y que es lo opuesto al narcisismo.
Las palabras de Jesús indican asimismo que la idea no consiste en crear una comunidad de personas que se caen bien y se comprenden mutuamente, sino otro tipo de comunidad, una comunidad en que las personas no se comprenden, no viven de forma parecida y, en el mejor de los casos, se esfuerzan en amarse unos a otros
Yo poco más puedo añadir. Prefiero que cada uno saque sus propias conclusiones, sin olvidar el mandato de Jesús: “Sed misericordiosos como Misericordioso en vuestro Padre” y para ayudarnos en esta meditación, me he molestado en poner las siete páginas de este apartado del capitulo ocho a continuación, que os invito a leer aquí


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