jueves, 10 de noviembre de 2016

Eternidad
¡Clemente Dios, gloria a Ti!
Mañana a los sevillanos
aterrará el creer que a manos
de mis víctimas caí.
Mas es justo: quede aquí
al universo notorio
que, pues me abre el purgatorio
un punto de penitencia,
es el Dios de la clemencia
el Dios de Don Juan Tenorio.

Final de “D. Juan Tenorio” de José Zorrilla
 
Fotografía de CGL

En los ejercicios espirituales, nos contaban, que si una paloma, rozara con sus alas, una esfera de bronce,  tan grande como la tierra,  cada 1000 años, acabaría desgastándola (¡), y que el tiempo que había tardado en desgastarla, no es nada comparado con la eternidad. Naturalmente, esta comparación es absurda, nadie se la creía, salvo algún adolescente asustado, como estaba yo, cuando nos tocaba hacer los ejercicios espirituales, allá por los años 60 de nuestro bachillerato con el 4º y la reválida, el sexto e ídem y el Preuniversitario.
Los condenados al infierno, lo tienen crudo, según  esto; pero con las penas terribles que estarán sufriendo, lo que menos les importa, es la paloma, la esfera ni el bronce de la esfera. Lo anterior sería definir la eternidad, como el tiempo sin fin; pero ahora dicen que el tiempo no existe o que hay “dos clases” de tiempo, según la teoría de la relatividad, ¿En qué quedamos? Si no nos volvimos locos a los catorce años, con la paloma y la esfera de bronce, ¿nos vamos a volver ahora, con los viajes interplanetarios, en que la gente ralentiza el paso de los años?
Hoy día se le está dando mucha importancia al “poder del ahora”. Famosos son los libros de Eckhart Tolle y eso me convence más. El “yo soy”, que describe; pero que es indescriptible. El mismo, que era cuando era niño o cuando me asustaba la paloma rozando la esfera,  que por cierto,  a los 1000 años sería otra distinta, supongo,  y el mismo que llegó a la conclusión que eso era absurdo y el mismo que ahora escribe estas reflexiones. O sea que la eternidad es el “instante”, si pero “eterno”, es decir “instante eterno” ¡Pues salimos de dudas, vaya!
Allá por los años 50, me impresionó la historia del abad Virila, en el monasterio de Leyre. El abad Virila, existió. Podéis verlo en Wikipedia
Yo la creí entonces y la sigo creyendo ahora, por supuesto, mejor que la tontería de la paloma. El buen abad, le tenía miedo a la eternidad y una mañana fresca, apacible se apartó del monasterio y se encaminó a una fuente, cristalina. El calor comenzaba a notarse y un reposo al lado de la fuente, no venía mal. De repente se oye un pajarillo. ¡Qué delicia! Allí estuvo el buen fraile, escuchándolo, hasta que decidió volver al monasterio. Cuando se aproximaba, notó que una torre que estaba sin hacer ¡Estaba hecha!, había ¡dos torres!  Veo visiones pensó. Al llegar a la puerta, la encontró cerrada. ¡Qué raro! ¿Por qué la habrán cerrado? Llama a la puerta. ¿Quién es? , contesta el hermano portero. Soy yo, responde el abad. ¿Y quién eres tú? ¿No me conoces?, soy el abad. ¡Qué abad, si el abad, está en el coro, cantando laudes!
¡No puede ser, soy Virilla!, insiste, ¡déjame entrar! El portero abre y no lo conoce. Virila tampoco conoce al portero. Pasa dentro y no conoce a ningún fraile. Sale el prior y al oír el nombre Virila, recuerda que algo ha oído contar. En los libros de la historia del monasterio, se cuenta que un abad, así llamado, una mañana desapareció sin dejar rastro. ¡Habían pasado para el monasterio 300 años!, mientras que para Virila, apenas media hora. Créanme, cuando leí esta historia a mis 8 ó 9 años, quedé fascinado. Todavía recuerdo el sitio y la hora en que la leí. Ahora dicen que es una leyenda medieval; pero yo sigo creyendo que el abad Virila experimentó la eternidad. Historias parecidas cuentan ahora los abducido por los ovnis, y también quieren explicarlas como alucinaciones o cosas por el estilo. El misterio subyace. La eternidad, se nos escapa a los mortales, porque no veamos más allá de nuestras narices. Somos como Santo Tomás; pero Santo Tomás al meter los dedos en la herida de Cristo creyó. Nosotros ni por Virila, ni por Ero. Por cierto este era otro abad, del monasterio de Armenteira, en Galicia, que le pasó lo mismo. He estado allí y allí lo cuentan.
Misterios sin resolver, ni falta que hace que se resuelvan.”Praestes fidei suplementum, sensuum defectui, que dice una estrofa del “Tantum ergo, sacramentum”, que traducido, es más o menos: ¡Qué la fe complemente, a  lo que el entendimiento no alcanza!
Pero todos hemos experimentado, perder la noción del tiempo, ante una vivencia sumamente agradable, aunque no pasen 300 años. Esa es la eternidad. El “yo soy” atento, que observa, pase lo que pase, escuchando el pajarillo, escuchando la novena de Beethoven o canciones sefardíes, como yo estoy haciendo ahora, el sonido de las olas del mar, contemplando una puesta de Sol o el cielo estrellado en un lugar desértico… entusiasmándonos, es decir llenándonos de Dios, o mejor dicho, vaciándonos de nosotros y dejarle sitio a Él, que vive y reina en nosotros y por nosotros por los siglos de los siglos. Perdón, ahora en este “instante eterno”.

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