Eternidad
¡Clemente
Dios, gloria a Ti!
Mañana
a los sevillanos
aterrará
el creer que a manos
de
mis víctimas caí.
Mas
es justo: quede aquí
al
universo notorio
que,
pues me abre el purgatorio
un
punto de penitencia,
es el
Dios de la clemencia
el
Dios de Don Juan Tenorio.
Final de “D. Juan Tenorio” de José Zorrilla
En los ejercicios espirituales, nos contaban, que si
una paloma, rozara con sus alas, una esfera de bronce, tan grande como la tierra, cada 1000 años, acabaría desgastándola (¡), y
que el tiempo que había tardado en desgastarla, no es nada comparado con la
eternidad. Naturalmente, esta comparación es absurda, nadie se la creía, salvo
algún adolescente asustado, como estaba yo, cuando nos tocaba hacer los
ejercicios espirituales, allá por los años 60 de nuestro bachillerato con el 4º
y la reválida, el sexto e ídem y el Preuniversitario.
Los condenados al infierno, lo tienen crudo, según esto; pero con las penas terribles que estarán
sufriendo, lo que menos les importa, es la paloma, la esfera ni el bronce de la
esfera. Lo anterior sería definir la eternidad, como el tiempo sin fin; pero
ahora dicen que el tiempo no existe o que hay “dos clases” de tiempo, según la
teoría de la relatividad, ¿En qué quedamos? Si no nos volvimos locos a los catorce
años, con la paloma y la esfera de bronce, ¿nos vamos a volver ahora, con los
viajes interplanetarios, en que la gente ralentiza el paso de los años?
Hoy día se le está dando mucha importancia al “poder
del ahora”. Famosos son los libros de Eckhart Tolle y eso me convence más. El
“yo soy”, que describe; pero que es indescriptible. El mismo, que era cuando
era niño o cuando me asustaba la paloma rozando la esfera, que por cierto, a los 1000 años sería otra distinta, supongo,
y el mismo que llegó a la conclusión que
eso era absurdo y el mismo que ahora escribe estas reflexiones. O sea que la
eternidad es el “instante”, si pero “eterno”, es decir “instante eterno” ¡Pues
salimos de dudas, vaya!
Allá por los años 50, me impresionó la historia del
abad Virila, en el monasterio de Leyre. El abad Virila, existió. Podéis verlo en
Wikipedia
Yo la creí entonces y la sigo creyendo ahora, por
supuesto, mejor que la tontería de la paloma. El buen abad, le tenía miedo a la
eternidad y una mañana fresca, apacible se apartó del monasterio y se encaminó
a una fuente, cristalina. El calor comenzaba a notarse y un reposo al lado de
la fuente, no venía mal. De repente se oye un pajarillo. ¡Qué delicia! Allí
estuvo el buen fraile, escuchándolo, hasta que decidió volver al monasterio.
Cuando se aproximaba, notó que una torre que estaba sin hacer ¡Estaba hecha!,
había ¡dos torres! Veo visiones pensó.
Al llegar a la puerta, la encontró cerrada. ¡Qué raro! ¿Por qué la habrán
cerrado? Llama a la puerta. ¿Quién es? , contesta el hermano portero. Soy yo,
responde el abad. ¿Y quién eres tú? ¿No me conoces?, soy el abad. ¡Qué abad, si
el abad, está en el coro, cantando laudes!
¡No puede ser, soy Virilla!, insiste, ¡déjame entrar!
El portero abre y no lo conoce. Virila tampoco conoce al portero. Pasa dentro y
no conoce a ningún fraile. Sale el prior y al oír el nombre Virila, recuerda
que algo ha oído contar. En los libros de la historia del monasterio, se cuenta
que un abad, así llamado, una mañana desapareció sin dejar rastro. ¡Habían pasado
para el monasterio 300 años!, mientras que para Virila, apenas media hora. Créanme,
cuando leí esta historia a mis 8 ó 9 años, quedé fascinado. Todavía recuerdo el
sitio y la hora en que la leí. Ahora dicen que es una leyenda medieval; pero yo
sigo creyendo que el abad Virila experimentó la eternidad. Historias parecidas
cuentan ahora los abducido por los ovnis, y también quieren explicarlas como
alucinaciones o cosas por el estilo. El misterio subyace. La eternidad, se nos escapa
a los mortales, porque no veamos más allá de nuestras narices. Somos como Santo
Tomás; pero Santo Tomás al meter los dedos en la herida de Cristo creyó.
Nosotros ni por Virila, ni por Ero. Por cierto este era otro abad, del
monasterio de Armenteira, en Galicia, que le pasó lo mismo. He estado allí y
allí lo cuentan.
Misterios sin resolver, ni falta que hace que se
resuelvan.”Praestes fidei suplementum, sensuum defectui”, que dice una
estrofa del “Tantum ergo, sacramentum”, que traducido, es más o menos: ¡Qué la
fe complemente, a lo que el
entendimiento no alcanza!
Pero todos hemos experimentado, perder la noción del
tiempo, ante una vivencia sumamente agradable, aunque no pasen 300 años. Esa es
la eternidad. El “yo soy” atento, que observa, pase lo que pase, escuchando el pajarillo,
escuchando la novena de Beethoven o canciones sefardíes, como yo estoy haciendo
ahora, el sonido de las olas del mar, contemplando una puesta de Sol o el cielo
estrellado en un lugar desértico… entusiasmándonos, es decir llenándonos de
Dios, o mejor dicho, vaciándonos de nosotros y dejarle sitio a Él, que vive y
reina en nosotros y por nosotros por los siglos de los siglos. Perdón, ahora en
este “instante eterno”.
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