Los tenues hilos
Cuando
las sincronicidades dirigen nuestras vidas
Este libro nos revela, por primera vez, la fascinante vida
mística de Robert A. Johnson, uno de los psicólogos más populares de nuestro
siglo, desde la experiencia que casi le condujo a la muerte a la edad de once
años hasta el viaje interior que realizó el resto de su vida. Lleno de
historias sorprendentes, siempre atractivas e incluso divertidas, relata sus
encuentros con una serie de “santos, sabios y pecadores”, desvela su propio
mundo interior y da a conocer al lector un deslumbrante paisaje de intensos
sueños y visiones místicas. En el punto culminante del libro, Johnson describe
el momento trascendente en que se vio transportado por una visión mística a un
reino más allá de la conciencia humana desde el que, a su vez, emprendió una
aventura espiritual a la búsqueda de la sabiduría oriental. Finalmente, sus
encuentros con sabios como J. Krishnamurti, D. T. Suzuki y Carl G. Jung, le
llevaron al descubrimiento de los tenues
hilos conductores que unen las vidas de todos nosotros y dan forma a
nuestra verdadera identidad. A la vez una guía personal y un libro de memorias,
El equilibrio entre el cielo y la tierra
nos enseña a asimilar la influencia de nuestros sueños, visiones y experiencias
con el fin de que podamos vivir sintonizados con nuestro yo espiritual. Y el
resultado es una pura delicia para los numerosos seguidores de Johnson, una
obra de incomparable belleza y gran inspiración en la que se nos ofrece,
convenientemente destilada, la sabiduría de toda una vida.
Información de la contraportada del libro El equilibrio entre el cielo y la tierra, de Robert A. Johnson y Jerry M. Ruhl. Ed. Paidos. Colección Paidós Junguiana
No
voy a hacer un resumen del libro, este espacio no da para tanto; pero si voy a
intentar resumir el capítulo 6º: Amistades
inesperadas, bendiciones no previstas. Los tenues hilos en funcionamiento.
El
protagonista de la historia, Robert Johnson, cuenta el viaje que realizó a París en 1948, tres
años después de terminar la II guerra mundial. Se embarcó con un excesivo
entusiasmo, lo que él llama una Inflación
del ego; pero nada más zarpar el barco del puerto de Nueva york, se le vino el
mundo encima. Los primeros días de la travesía, estaba tan asustado que apenas
salía de su camarote, hasta que fue conociendo a un compañero de travesía, Art,
norteamericano, que iba a París en busca de aventuras y a Michel, francés, que
volvía a París, desencantado de Nueva York, en una conversación con Michel,
recuerda el sueño que había tenido una
pocas semanas de subir al barco:
No sé cómo he descubierto donde está situada
la Jerusalén celestial. Con gran excitación, subo a mi Ford de 1936 y salgo
corriendo: Tengo mucha prisa porque sé que a las 5 de la tarde cierran las
puertas Cruzo zumbando el portal y entro justo a tiempo. De hecho la puerta que
se cierra hace una pequeña abolladura en el guardabarros del Ford. Subo por una
carretera tortuosa, con muchas curvas y llego ante un portero. Me hace gestos
con la mano para que me vaya y dice: “Aquí no se puede venir en coche, ¡Vete!
¡Vete!” Cabizbajo, regreso por la sinuosa carretera y aparco en la parte baja
de la colina. La puerta está abierta para las personas que van a pie: Dejo el
coche, subo por la carretera andando y me encuentro frente a un portero en la
cima de la colina. Entro en la Jerusalén celestial y el portero me hace de
guía…veo calles tortuosas y casas con vigas de madera, proyecciones acerca de
Europa,… veo a un perro persiguiendo a un gato. Estoy estupefacto
Me vuelvo hacia mi a mi
guía celestial y comento: “No me digas que aquí los perros persiguen a los gatos
“Naturalmente. Y ¿qué esperabas?”
Seguimos bajando por la
calle y veo en el segundo piso unos vecinos discutiendo en el balcón a gritos
De nuevo me dirijo al
guía y exclamo: “No me digas que la gente se pelea en el cielo”… Y me contesta:
“Naturalmente ¿Qué esperabas?
Y ese fue el fin del sueño.
Curiosamente,
y abro paréntesis, ayer vi la película Así en el cielo como en la tierra de
José Luis Cuerda, que me recuerda este sueño.
¿Sincronicidad?’. Cierro paréntesis.
Prosigue
la travesía y se despiden, pensando que no volverán a verse; pero su estancia
en París, hace que se apoyen entre ellos, por una serie de encuentros, “casuales”,
hasta el punto de que el protagonista
consiga formásse en el Instituto Carl Jung de Zúrich, a pesar de haberse
quedado sin dinero y pensando en abandonar al finalizar el primer trimestre en
Navidad; pero sin embargo completó la formación hasta final de curso.
Él
lo atribuye a la Voluntad de Dios, a los tenues hilos, que dirigen nuestra vida
y que en occidente los tapamos con el “libre albedrío” al estar más pendientes
de nuestro ego.
Copio
algún párrafo de este magnífico capítulo para terminar:
En
la página 147 “Y esta es la historia de cómo
subí a bordo de un trasporte de tropas con rumbo a Francia, (hay que tener
en cuenta que sólo habían pasado tres años desde el final de la guerra) me encontré con un chico inocente con el
que jugué al Ajedrez, me paseé por Europa sin conocer a un alma, inicié una
formación en el Instituto C. G. Jung, me dieron una maleta llena de dinero, me
convertí en analista Junguiano y pagué un cien por cien de interés, sobre mi
crédito estudiantil extraoficial
Ese fue uno de los tenues hilos que
han guiado mi vida… Todo estaba más allá de mi más loca imaginación. Sin
embargo al echar ahora mi vista atrás, veo que había un patrón coherente en
funcionamiento. M destino estaba siendo guiado de maneras que entonces no
comprendía”
Utiliza más de seis páginas sobre estas reflexiones, antes de
terminar el capítulo. Sólo voy a copiar otro párrafo de la página 151: “Cuando no sabemos cómo tomar una determinada
decisión deberíamos utilizar el ego para reunir toda la información y después
esperar. Finalmente la voluntad de Dios se nos revelará…” y en la página
153: “La posibilidad de que los tenues
hilos estén funcionando constantemente
resulta algo tan apabullante que la mayoría de nosotros no podemos soportarla.
Carl Jung utilizaba su término sincronicidad
para indicar una coincidencia significativa…” y para terminar, he
encontrado esta página, en donde
leerlo en pantalla, aunque no se puede descargar.