jueves, 13 de marzo de 2025

 

Los tenues hilos

Cuando las sincronicidades dirigen nuestras vidas

 

Este libro nos revela, por primera vez, la fascinante vida mística de Robert A. Johnson, uno de los psicólogos más populares de nuestro siglo, desde la experiencia que casi le condujo a la muerte a la edad de once años hasta el viaje interior que realizó el resto de su vida. Lleno de historias sorprendentes, siempre atractivas e incluso divertidas, relata sus encuentros con una serie de “santos, sabios y pecadores”, desvela su propio mundo interior y da a conocer al lector un deslumbrante paisaje de intensos sueños y visiones místicas. En el punto culminante del libro, Johnson describe el momento trascendente en que se vio transportado por una visión mística a un reino más allá de la conciencia humana desde el que, a su vez, emprendió una aventura espiritual a la búsqueda de la sabiduría oriental. Finalmente, sus encuentros con sabios como J. Krishnamurti, D. T. Suzuki y Carl G. Jung, le llevaron al descubrimiento de los tenues hilos conductores que unen las vidas de todos nosotros y dan forma a nuestra verdadera identidad. A la vez una guía personal y un libro de memorias, El equilibrio entre el cielo y la tierra nos enseña a asimilar la influencia de nuestros sueños, visiones y experiencias con el fin de que podamos vivir sintonizados con nuestro yo espiritual. Y el resultado es una pura delicia para los numerosos seguidores de Johnson, una obra de incomparable belleza y gran inspiración en la que se nos ofrece, convenientemente destilada, la sabiduría de toda una vida.

Información de la contraportada del libro El equilibrio entre el cielo y la tierra, de Robert A. Johnson y Jerry M. Ruhl. Ed. Paidos. Colección Paidós Junguiana



No voy a hacer un resumen del libro, este espacio no da para tanto; pero si voy a intentar resumir el capítulo 6º: Amistades inesperadas, bendiciones no previstas. Los tenues hilos en funcionamiento.

El protagonista de la historia, Robert Johnson, cuenta  el viaje que realizó a París en 1948, tres años después de terminar la II guerra mundial. Se embarcó con un excesivo entusiasmo, lo que él llama una Inflación del ego; pero nada más zarpar el barco del puerto de Nueva york, se le vino el mundo encima. Los primeros días de la travesía, estaba tan asustado que apenas salía de su camarote, hasta que fue conociendo a un compañero de travesía, Art, norteamericano, que iba a París en busca de aventuras y a Michel, francés, que volvía a París, desencantado de Nueva York, en una conversación con Michel, recuerda el sueño que había tenido  una pocas semanas de subir al barco:

 

  No sé cómo he descubierto donde está situada la Jerusalén celestial. Con gran excitación, subo a mi Ford de 1936 y salgo corriendo: Tengo mucha prisa porque sé que a las 5 de la tarde cierran las puertas Cruzo zumbando el portal y entro justo a tiempo. De hecho la puerta que se cierra hace una pequeña abolladura en el guardabarros del Ford. Subo por una carretera tortuosa, con muchas curvas y llego ante un portero. Me hace gestos con la mano para que me vaya y dice: “Aquí no se puede venir en coche, ¡Vete! ¡Vete!” Cabizbajo, regreso por la sinuosa carretera y aparco en la parte baja de la colina. La puerta está abierta para las personas que van a pie: Dejo el coche, subo por la carretera andando y me encuentro frente a un portero en la cima de la colina. Entro en la Jerusalén celestial y el portero me hace de guía…veo calles tortuosas y casas con vigas de madera, proyecciones acerca de Europa,… veo a un perro persiguiendo a un gato. Estoy estupefacto

Me vuelvo hacia mi a mi guía celestial y comento: “No me digas que aquí los perros persiguen a los gatos “Naturalmente. Y ¿qué esperabas?”

Seguimos bajando por la calle y veo en el segundo piso unos vecinos discutiendo  en el balcón a gritos

De nuevo me dirijo al guía y exclamo: “No me digas que la gente se pelea en el cielo”… Y me contesta: “Naturalmente ¿Qué esperabas?

Y ese fue el fin del sueño.

 

Curiosamente, y abro paréntesis, ayer vi la película Así en el cielo como en la tierra de José Luis Cuerda, que me recuerda este sueño.  ¿Sincronicidad?’. Cierro paréntesis.

 

Prosigue la travesía y se despiden, pensando que no volverán a verse; pero su estancia en París, hace que se apoyen entre ellos, por una serie de encuentros, “casuales”, hasta el punto de  que el protagonista consiga formásse en el Instituto Carl Jung de Zúrich, a pesar de haberse quedado sin dinero y pensando en abandonar al finalizar el primer trimestre en Navidad; pero sin embargo completó la formación hasta final de curso.

Él lo atribuye a la Voluntad de Dios, a los tenues hilos, que dirigen nuestra vida y que en occidente los tapamos con el “libre albedrío” al estar más pendientes de nuestro ego.

Copio algún párrafo de este magnífico capítulo para terminar:

 

En la página 147 “Y esta es la historia de cómo subí a bordo de un trasporte de tropas con rumbo a Francia, (hay que tener en cuenta que sólo habían pasado tres años desde el final de la guerra) me encontré con un chico inocente con el que jugué al Ajedrez, me paseé por Europa sin conocer a un alma, inicié una formación en el Instituto C. G. Jung, me dieron una maleta llena de dinero, me convertí en analista Junguiano y pagué un cien por cien de interés, sobre mi crédito estudiantil extraoficial

Ese fue uno de los tenues hilos que han guiado mi vida… Todo estaba más allá de mi más loca imaginación. Sin embargo al echar ahora mi vista atrás, veo que había un patrón coherente en funcionamiento. M destino estaba siendo guiado de maneras que entonces no comprendía

 

Utiliza más de seis páginas sobre estas reflexiones, antes de terminar el capítulo. Sólo voy a copiar otro párrafo de la página 151: “Cuando no sabemos cómo tomar una determinada decisión deberíamos utilizar el ego para reunir toda la información y después esperar. Finalmente la voluntad de Dios se nos revelará…” y en la página 153: “La posibilidad de que los tenues hilos estén funcionando  constantemente resulta algo tan apabullante que la mayoría de nosotros no podemos soportarla. Carl Jung utilizaba su término sincronicidad para indicar una coincidencia significativa…” y para terminar, he encontrado esta página, en donde leerlo  en pantalla, aunque no se puede descargar.

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