viernes, 11 de octubre de 2019


La verdadera motivación de Jonás

Jonás, desde sus sentimientos, desearía el castigo y ajustar cuentas con los que tanto mal han infringido a su pueblo; por eso en vez de abrirse a la comprensión de los sentimientos de Dios se irrita…
Cristóbal Sevilla en “La misericordia de Dios en tiempos de crisis”
 Pág. 52 (Ed. Verbo Divino)


Merece la pena copiar el párrafo entero, continuación de la cita inicial:”… hasta desearse la muerte por un simple arbusto que se seca (4,8)…. La ironía del contraste entre lo que es grande y pequeño nos ayuda a entender lo que Dios quiere que comprendamos: la pequeñez de nuestros sentimientos es enemiga de la grandeza de su misericordia, que abarca todo lo creado… Dios trata de hacerle ver a Jonás que tal vez no ha entendido bien que tal vez su misericordia abarca  a todos:
“Tú te compadeces del ricino, que ni cuidaste
ni ayudaste a crecer, que en una noche surgió
y en otra despareció. ¿Y no me he de compadecer
Yo de Nínive, la gran ciudad. Donde hay más de
ciento veinte mil personas, que no distinguen
la derecha de la izquierda, y muchísimos animales?”
Jon 4,10”
Sencillamente  impresionante. El 26 de abril de 2015, publicaba yo, en este mismo blog Jonás o mirar para otro lado  y me he dado cuenta al leer lo anterior, que mi planteamiento, estaba equivocado. En efecto, allí indico, lo que pensaba entonces de este personaje y que he pensado hasta ayer mismo, es decir, que Jonás no le apetecía nada ir a Nínive y por eso, se fue a Tarsis, vamos a la Costa del Sol, a “tumbarse a la bartola” y que lo hacía por pura comodidad; pero el asunto es mucho más serio: lo que realmente quería es que Dios arrasara Nínive. Su voz interior, parece que decía “que se jo..roben esas malas personas, que habitan en esa pecaminosa Ciudad. No merecen otra cosa, por lo malos que son”. No era la voz del Espíritu Santo, precisamente, la que lo animaba.
Es impresionante, darnos cuenta de esto, pues en cierto sentido, yo al menos me siento reflejado a veces, independientemente de la sombra, que llevamos dentro, según el planteamiento psicológico de C.G. Jung.
Anoche, escuché un breve comentario en YouTube al evangelio  de ayer sobre la frase “llamad y se os abrirá”, de un popular sacerdote hispanoamericano, el P. Sam. Cuando oímos esta frase evangélica, nos ceñimos sólo a “pedir mercedes”, aunque a veces pensamos en  Mercedes y le añadimos Benz, y no es eso; pero el P. Sam, fue más lejos y dijo: “cuidad a que puerta llamáis” y puso ejemplo de tres,  la del temor, la de la lujuria y la de la magia; pero podríamos añadir una infinidad de puertas, que nos pueden llevar a la perdición.
 Digo yo, llamemos a la puerta de la misericordia, no sólo para mí, sino para todos, incluso para nuestros enemigos y sobre todo al Espíritu Santo, para que sea su voz la que nos guíe y no nuestros impulsos y deseos egoístas, como a Jonás, e incluso ir más lejos, pedirle al Señor, que aunque nos equivoquemos tengamos la suerte de naufragar y que nos rescate la ballena, para que al tercer día resucitemos para cumplir su voluntad.
Así seguimos en camino.

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