Las barreras que nos impiden entrar en el reino de los cielos, en la
tierra (1)
Al
contrario que las personas capaces de perder los estribos,
Jesús nunca pierde la serenidad.
Su
parte espiritual, siempre presente, le impide perder el genio.
Thomas Moore en “Jesús y el alma de los
evangelios”, pág. 125
Avaricia: tomada de internet |
En este “articulillo”,
tomaré un poco como referencia el capítulo 6, titulado “Encararse con los propios demonios. Cómo sanar de lo que nos posee”
del mencionado libro de Thomas Moore.
El capítulo es corto, sólo 17 páginas; pero es sumamente denso y complejo, cómo
todo lo demoníaco, en cuyo término quiero agrupar todas las barreras, que nos
impiden “entrar en el reino”, que son siete, teniendo en cuenta el significado
de plenitud de este número: en definitiva, los siete pecados capitales: Ira,
Gula, Lujuria, Envidia, Avaricia, Soberbia y Pereza. Fijándonos en esto, a poco
observador que seamos, nos damos cuenta que son barreras ¿infranqueables? Para entra
en el reino.
Volvemos ahora a la cita inicial del capítulo mencionado, es
del evangelio de Mateo, capitulo 10,
versículo 1: “Y convocó a los doce discípulos y les dio potestad sobre los espíritus
inmundos para expulsarlos y sanar toda dolencia y enfermedad”. Así pues, esas barreras, son totalmente franqueables.
Es posible derribarlas y entrar en el reino: contra los siete pecados, tenemos
siete virtudes. Ahora bien, si no comenzamos el trabajo de eliminarlas,
acabaremos “poseídos” y si nos posee la ira, por ejemplo, daremos lugar a enfrentamientos,
luchas, y hasta guerras, si esa ira se extiende a pueblos enteros, motivada por
gobernantes, poseídos por otros demonios, como la avaricia, la soberbia y más. En la pág. 117 del libro que nos sirve como
guía leemos: “Jesús recorría los caminos
de Galilea… calmando las aguas del mar, sanando enfermos con una palabra o un
gesto, arrojando a los demonios, lo cual hoy en día suena como algo salido de
una novela gótica de terror. Nos vienen a la mente extrañas imágenes de
películas…” ¿Quién no recuerda la película “el exorcista? “… Pero Jesús no era un personaje de una
película de terror. Vivía una vida juiciosa, demostrando como sería gozar de
una existencia divina”.
Los seres humanos tenemos
una vena demoníaca, no lo olvidemos: el demonio no es el macho cabrío cornudo o
el “demonio rabúo”, que dicen en algunos pueblos y representan con máscaras en
los carnavales u otras fiestas. No es la serpiente de las siete cabezas, de la
loa de La Alberca a la Virgen de la Asunción. El demonio está dentro de
nosotros, mal que nos pese y hoy las neurociencias, también lo explican. Cito del
libro “Mindsight” de Daniel J. Siegel, el capítulo 2,
titulado “Las crêpes de la ira”, en
donde el autor se pone como ejemplo, de “estar poseído” por el demonio de la
ira, al activarse una parte del cerebro, activación que ha dado lugar a
crímenes horrendos y que luego el autor de los mismos, calmados, se arrepienten,
cuando ya es demasiado tarde.
Volvemos a nuestro
capítulo, en la página 120: “Jesús
entiende que lo demoníaco está implicado en la enfermedad… curó a un hombre que
padecía convulsiones. Hoy en día decimos “Ese hombre no estaba poseído. Padecía
epilepsia…” Nos sentimos superiores
con nuestras abstracciones; pero las personas que rodeaban a Jesús quizá
tuvieran una percepción que nosotros hemos perdido: somos personas dentro de
personas. Podemos percibir los sentimientos que nos dominan como personalidades
interiores ajenas que nos manipulan detrás de la fachada que presentamos al
mundo” y al llegar aquí, me viene la memoria, la teoría de “la sombra”, en el sentido junguiano del
término y remito al lector a magníficos libros sobre el tema, como “Nuestra cara oculta” de Enrique
Martínez Lozano, “Nuestras propias
sombras” de Anselm Grün, etc… y termino aquí, aunque continuaré con este
apasionante tema en próximas entradas, invitando a leer, la entrada de este
mismo blog, publicada el 29 de mayo de 2015:
Las barreras que nos impiden entrar en el reino de los cielos, en la
tierra (y2)
Jesús
no ataca al mal en sí mismo, por lo que los relatos de exorcismos no deben
interpretarse en un contexto del bien contra el mal, sino del autodominio, en contraposición
a la locura.
Thomas Moore en “Jesús y el alma de los
evangelios”, pág. 129-130
En esta segunda parte, de
este tema, vamos a vislumbrar, aunque sólo sea de pasada, ya que este tema ha dado
para tratados enteros de teología, antropología y psicología y seguirá dando, la
forma en que deberíamos encararnos, con el “maligno”, o bien, según apuntábamos
en la reflexión anterior con nuestra propia “sombra”, en el sentido junguiano
de término. En la página 122 de este capítulo, Thomas Moore nos remite en una
cita a la obra de C. G. Jung “Recuerdos,
sueños y pensamientos” y escribe en la misma página: “Nadie
ha descrito este proceso con más precisión que C. G. Jung. No hablaba sólo
desde el punto de vista teórico, había atravesado por profundos conflictos en
los que sus demonios se habían manifestado… lo que ha llevado atacarlo por
algunos de psicótico;… pero en contrapartida, Jung practicaba una sencillez
primigenia, como la que vemos en la vida de Jesús, construyendo una torre sin
agua ni electricidad donde poder trabajar en su evolución personal y en sus
escritos, viviendo junto a un lago… sin apartarse de sus pensamientos y sueños.
A partir de esa manera de vivir, desarrolló una autoridad, como la de Jesús
sobre sus propios demonios y los de sus pacientes.”
El “exorcismo” de Jesús poco
tiene que ver con el exorcista de la película del mismo nombre. Cuando decían
que Jesús era uno de los demonios, al curar al mudo, Jesús responde: “Si yo arrojo a los demonios, por el dedo de Dios, es que el reino de Dios
ha llegado a vosotros” (Lucas 11, 20)
y a continuación el autor, nos remite a la pintura de la creación de la
Capilla Sixtina, en la que se tocan los dedos del Creador y del hombre Adán
recién creado, y cito de la misma página algo chocante; pero profundo y real,
a poco que reflexionemos y no nos
limitemos a lo “teológicamente correcto”: “En
ese momento de la creación, lo divino y lo humano están eléctricamente
próximos, pero esa escena tiene su lado oscuro: lo humano y lo demoniaco están
tan cerca que sus dedos casi se tocan también…” y más adelante: “ Jesús
constituye ese punto en que los dos dedos
se tocan, y la combinación de su compasión humana y su poder espiritual
es lo que le permite librar a las personas de lo demoniaco. Misteriosamente, es
capaz de desencadenar una fuerza destinada a hacer el bien equiparable a
cualquier pasión demoniaca..."
En la página siguiente, el
autor afirma que vemos el demonio en Hitler, los talibanes, en los terroristas…;
pero no somos capaces de verlo en nosotros mismos, incluso en nuestro
literalismo religioso, en nuestro extremado patriotismo y nacionalismo y en la
agresividad con que tratamos a nuestros semejantes, incluso a nuestros amigos y
familiares “Pero está ahí, y la única
forma de librarnos de él es asimilar nuestro lado tenebroso y alcanzar un nivel
de auto comprensión que nos procure la fuerza y la autoridad para resistirnos a
él” En este Sentido, hemos de tener como referencia en nuestras vidas, el
extraordinario autodominio de Jesús, que al contrario de las personas que
solemos perder los estribos, Él nunca pierde la serenidad. Es lo que hacen las
personas dueñas de sí mismas, capaces de protegerse en cierta medida de las
agresiones internas y externas. Su carácter les impiden sucumbir a los cantos de sirena de la publicidad y la
política. Y mi reflexión es: Hoy día, lo tenemos difícil. No hay que ver más
que los que nos venden, en la gran pantalla, en el gran hermano, en el futbol,
en la política en la publicidad, fomentando la neurosis y el consumo y luego
nos culpabilizan por las agresiones al medio ambiente y paradójicamente,
curamos la neurosis con más compras más consumo; pero el “demonio no existe, son cosas de viejos y anticuados curas”; pero no
nos damos cuenta, que lo llevamos “portátil”, como diría Quevedo; pero ¿Quién lee a Quevedo en estos tiempos de internet?.
Creo que se me ha ido la olla, o tal vez no. Intentaré volver a lo que iba, a
vencer nuestros demonios, como hacía Jesús, y vuelvo a la página 125: “La persona que es dueña de sí misma sabe quién
es, lo que necesita y lo que es capaz de hacer. La persona poseída está
esencial y totalmente desarmada. No sabe lo que quiere porque está dominada por
deseos demoniacos. No cree tener poder alguno, porque los demonios la controlan”…
Una persona con autodominio es capaz de dejar que la vida fluya por ella “No se siente amenazada, y no se resiste.
Actúa como un conducto de las incertidumbres que la vida le ofrece….”
Antes de terminar, pienso
que es importante que reflexionemos, sobre el siguiente párrafo: “Jesús deriva buena parte de su autoridad de
su conexión constante y directa con su Padre Celestial o arquetípico, un
espíritu paterno que le procura el poder y la seguridad para enfrentarse a lo
demoniaco”… y una aclaración que hace el autor, que puede sorprender a los
extremadamente ortodoxos: leemos entre las páginas 126 y 127: “Tras numerosos siglos de literalismo y unos
conceptos ingenuos sobre Dios Padre, es difícil obtener un sentido inteligente
y centrado de quién o qué es el padre…Quizá… un sentido del orden y forma de
gobierno del mundo, y el deseo que la vida fluya libremente a través de
nosotros… La mayoría de enseñanzas espirituales recomiendan estar en
consonancia con una importante fuente de sentido de la vida y vitalidad… desde
esta perspectiva, el espíritu del padre puede apreciarse en la inteligencia y
belleza de la creación y en el desarrollo de las vidas individuales”
En la página 128, se nos recuerda
el pasaje de Lucas 8, 26-33, cuando Jesús arroja a la legión de demonios del
hombre poseído a una piara de cerdos. Yo no acababa de entender esto; pero al
leer este capítulo lo intuyo. Significa arrojar fuera nuestros demonios, de
alguna manera, con nuestro “auto exorcismo”, como hacía la mujer, cuyo ejemplo
pone el autor en la página 129: “…esta
mujer, cada vez que se enfurecía con su familia, (en lugar de enfadarse y
gritar), horneaba pan y se lo daba de
comer a su marido y sus hijos. Arrojaba los demonios al pan, y esa forma de
exorcismo, menos dramática; pero semejante a la de Jesús, la aliviaba” y ya
está; pero todavía no. Está porque es un tema complejo y si sigo, posiblemente
entre en un bucle repetitivo; pero todavía no, porque como decía al principio,
es un tema muy complejo y de hecho quedan todavía cuatro páginas de este
capítulo; pero no quiero cansar al lector. Que cada uno saque sus propias
conclusiones y vea la forma de encarar a los demonios, que sí existen. Para
ello, pongámonos a trabajar y pidamos ayuda al Padre celestial, por mediación
de San Miguel arcángel y pongo aquí la oración de León XIII:
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio.
Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica.
Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios
te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos
que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.
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