martes, 30 de octubre de 2018


Emaús y el Monte Tabor

El reto del Evangelio de Jesús no consiste
 en creer o acatar unas reglas o estar en posesión de la verdad.
El verdadero reto consiste en metamorfearse,
 en que un ser humano normal y corriente
manifieste la naturaleza de Jesús.

Thomas Moore en “Jesús y el alma de los evangelios”, Pág., 151


La cita inicial, está en el capítulo 7 del citado libro de Thomas Moore. El título del capítulo es “Transfiguración y metamorfosis”, que comienza con la cita evangélica Juan 6,30-35. Dicha cita termina con la ya conocida frase de Jesús: “Yo soy el pan de vida; el que viene a mi jamás tendrá hambre; y el que cree en mí, no tendrá sed jamás”. He de decir otra vez, que  este libro no es ortodoxo; pero también es verdad, que no es enteramente heterodoxo. A mi modo de ver, las once primeras páginas del capítulo que dedica a la Eucaristía, es de lo mejor que he leído de este tema. El título que he dado a esta entrada ha sido precisamente Emaús, donde quiero de alguna manera reflejar el contenido de esas once primeras páginas del capítulo y Monte Tabor  a la segunda parte del capítulo, es decir  a la “metamorfosis”.
En la página 143, en un apartado del capítulo, titulado “Una sagrada camaradería” se  trata la historia de los discípulos de Emaús, comenzando por la cita evangélica Lucas 24, 13-19, 27-32, de la que sólo pondré el final, aunque es de todos conocido: “¿No ardía dentro de nosotros nuestro corazón cuando nos venía hablando por el camino de las Escrituras?”. Efectivamente, el encuentro con Jesús con el resucitado, nos debe llevar a eso, a una transformación, a una “metanoia”, a una metamorfosis, que nos haga resplandecientes, cual encuentro en el monte Tabor, en presencia de los profetas y de “las escrituras”; pero esa transformación, desaparece “por fuera” y bajar del monte de la transfiguración o descansar en el camino de Emaus, siendo los mismos; pero distintos “por dentro”. Eso es la Eucaristía, es entrar en el reino y participar de él, no uno sólo, sino en comunidad. El curso pasado, en la Escuela de Teología a la que asisto, alguien formuló la pregunta ¿Por qué cuando el sacerdote, guarda el copón en el sagrario, algunas personas se arrodillan? Y el fraile dominico, que nos impartía la clase, a eso no le daba importancia, sin embargo nos dijo: fijaros, cuando el sacerdote pasa por delante de vosotros, en el altar, después, normalmente hace una inclinación de la cabeza: porque Cristo está en la asamblea.
Volviendo al capítulo del libro y esto posiblemente no sea ortodoxo, la trasformación del pan en el cuerpo de Cristo, es una transformación alquímica y para decir esto me baso en el siguiente párrafo de la página 136: “Cuando Jesús dice: “este [el pan] es mi cuerpo”, está claro que se refiere a su presencia como persona… Se refiere a que el pan es, misteriosamente, Él. Hay algo en su naturaleza semejante al pan.
La lengua griega tiene varias palabras que significan el cuerpo. Por ejemplo sarx significa carne, y soma, la palabra empleada en este pasaje, [citado al principo, del evangelio de Juan] por lo general significa un cuepo vivo o un grupo de personas, o el aspecto físico en contraposición al espiritual”. El autor del libro, educado en un ambiente católico, confiesa que él creía que el pan de la Eucaristía era sarx y que la comunión representaba comer la carne, cosa que nosotros hemos pensado o seguimos pensando;  pero “esto es totalmente distinto de incorporar de una forma física, a través del pan, la sustancia de la persona que era Jesús”. Y por no caer en un círculo vicioso, paso otra vez a Emaús: y cito de las páginas 145 y 146 “Nada representa el reino más plenamente que un grupo de personas reunidas, gozando de su mutua compañía, compartiendo el pan y hablando de temas de gran importancia. En Emaús Jesús parte el pan y hablando de temas de gran importancia. En Emaús, Jesús parte el pan y en esa fracción de segundo sus acompañantes le reconocen. Luego desaparece de su vista y los otros se quedan con el pan que ha repartido… Compartir el pan, especialmente con aquellos que tienen menos probabilidades de formar parte de su comunidad, no representa sólo un símbolo sino la profunda realidad del reino”. Y más adelante, este párrafo controvertido; pero a mi modo de ver sin desperdicio, con el  que terminan las once páginas:
La historia de Emaús es más importante para el futuro de sus seguidores que la historia de la fundación de la ecclesia… Por más que Pedro fuese la piedra fundamental, el pan es el corazón y el alma de la comunidad, que es más importante que el liderato y la camaradería es más esencial que las reglas y doctrinas. Si uno se preocupa por sus creencias y le obsesiona cumplir con todos los ritos de la institución, es muy probable que  el alma de su religión desaparezca… Las historias  referentes a Jesús, que hallamos en los Evangelios presentan a un hombre infinitamente espiritual que se afana por mostrar que el legalismo y el moralismo son peligrosos para la vida espiritual
Termina el capítulo con cinco páginas más dedicadas a la transfiguración, iniciadas con la cita de Mateo 17, 1-9, de la que tomo sólo el final: “y cuando alzaron los ojos, vieron que allí sólo estaba Jesús.
Y mientras bajaban de monte, Jesús les mandó: No reveléis a nadie esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos
Y termino: “Por sus frutos los conoceréis”, dice Jesús en otra parte, y esto no es del capítulo que estoy glosando aquí. Cuando sintamos la metanoia o la metamorfosis o la conversión, que nos ha producido el camino de Emaús o el monte Tabor, que es la Eucaristía, no pretendamos mostrar la luz que llevamos dentro, sería darle importancia a nuestro ego. “que nuestra mano izquierda no se entere de lo que hace la derecha”. Es lo que nos mandó Jesús al bajar del monte de la transfiguración, teniendo además en cuenta que Jesús “somos nosotros”, pues en Emaus desapareció de nuestra vista, dejándonos , eso si, el pan fragmentado, que es Él, fragmentado para repartirlo y no para nosotros solos.

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