miércoles, 4 de octubre de 2017


 Sincronicidad
Cap. 7, la Fuente Creadora (1)
Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Fotografía de Moncho
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.
Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!
Salmo 8


El salmista, ve evidente la fuente de creación eterna, como la “Mano poderosa”, de María, la analfabeta de mi pueblo, como lo veo yo. Aquí podría terminar y no calentar más las neuronas; pero queremos comprender y descubrir esa Fuente, aun a sabiendas que acabaremos con “la cabeza caliente y los pies fríos”. Eso es lo que pretende este penúltimo capítulo del libro de F. David Peat.

La sincronicidad se ha plegado gradualmente en una dimensión totalmente nueva; en lugar de un mudo determinista causal en el que la mente y la materia son dos sustancias separadas, aparece un universo de sutileza infinita que es más parecido a un organismo vivo creador a que a una máquina. Desde las profundidades de este orden, se despliegan armonías que se extienden por las esferas mentales y materiales en forma de patrones y conjunciones significativos que actúan como indicios de la unidad esencial de toda la naturaleza”.

Sincronicidad, F. David Peat, Pág. 131


Como ya se ha apuntado más veces en este libro, una sincronicidad puede ser considerada un microcosmos que refleja la dinámica del macrocosmos mientras se despliega simultáneamente en los aspectos mentales y materiales de la vida de una persona.
En el segundo apartado de este capítulo, El origen innominado, nos remite al capítulo anterior, al rechazar el dualismo cartesiano, mente-materia, en el que se presentó una imagen de dos órdenes o partes de un solo espectro que surgen de una fuente común que no es, en sí, ni la materia ni la mente. Jung exploró esta idea en el concepto de psicoide, que, según él contiene la materia y la mente, pero va más allá de ambas, utilizando específicamente la imagen de un espectro de vibraciones. La sincronicidad para Jung, tenía su origen en un “movimiento” de este espectro que entonces se manifiesta en los dos extremos, como la manifestación simultánea de un patrón en las esferas materiales y mentales y copiamos literalmente, Pág. 133 “Esta imagen del espectro de vibraciones se sustituye en este libro, por la idea de un arden de órdenes que son capaces de extenderse, hasta la mente y más allá de ella, hacia niveles indefinidamente sutiles por un lado, y hacia los órdenes explicados de la materia por el otro.  (Esta palabra explicado, es un tanto confusa, pienso que el traductor, podría haber buscado otra más apropiada.) Este orden de niveles de orden surge de una fuente creadora”.
Pero ¿cuál es la naturaleza de esta fuente? Lao-zi en el siglo IV antes de Cristo, escribió:
El Tao que se puede expresar con palabras no es el Tao  inmutable…Sin un nombre es el comienzo del cielo y la Tierra.
Y seiscientos años después, Plotino:
¿Qué es esto que no existe? Debemos irnos en silencio, ensimismados en la perplejidad total y no buscar más lejos…
Dentro de cada momento de la vida de una persona o de una mota de polvo, está plegado el universo entero, que es, en sí, la manifestación de una creatividad inimaginable e innominable. Aunque nunca se pueda captar esta creatividad en el pensamiento, puede que sea posible saborear algo de su esencia. Científicos, místicos, artistas y poetas han intentado captar algo de esta esencia y expresarla en tratados científicos u obras de arte.
Los antiguos mitos sobre la creación, implican un estado u orden primordial del que surge toda la naturaleza.  Con los antiguos egipcios, Atum-Re se levanta del océano prístino y engendra los dioses. Es el generador del universo el poder de la dualidad Atum-re se fecunda y engendra los dioses de la tierra y el cielo, Geb y Nut, que con un trato carnal engendran el universo. La separación del cielo y la tierra, es el nacimiento de la materia. En Babilonia la dualidad  implicaba dos océanos, uno salado y otro dulce de los que nacieron los dioses, que engendraron a Marduk, quien ordenó el caos que lo rodeaba. En Sumeria, la diosa terrenal Ki, y el dios celestial An engendran a Enlil, el dios del aire, que separando el cielo y la tierra crea el universo. Curiosamente el autor no cita nada del Génesis.
En la página 135, leemos literalmente “Según algunos mitos, el poder generativo que está detrás de las manifestaciones del mundo se encuentra en los movimientos eternos de la dualidad. Esta dualidad se crea en el ordenamiento original. Es un acto de pura distinción, sin referencia a cosa alguna que haya ocurrido anteriormente, del cual surgen los principios dobles de macho y hembra, cielo y tierra, noche y día. Estas dualidades entran en una unión donde se pierden sus distinciones y se vuelven a disolver en el fundamento informe”.
Esto se pone interesante; pero lo dejamos aquí, por  no cansarme yo y no cansar al posible lector. Continuaremos con el siguiente apartado, El estado de vacuidad



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