viernes, 12 de agosto de 2016

Comentarios (poco) personales al libro
 “El fantasma de la libertad”

Después de terminar de leer dicho libro, al que he dedicado la anterior entrada de este blog, queda como un “poso de amargura”, al reconocernos casi como “autómatas”, a merced de impulsos exteriores o inconscientes, o como actores de una obra de teatro cuyo guión ha escrito “otro”

        
                Esto ocurre si reflexionamos desde el “ego”, del que el propio autor del libro mencionado, dice que no existe. De esta forma nos metemos en la piel de Segismundo, en la "Vida es Sueño", de Calderón de la Barca, cuando en el soliloquio más hermoso de cuantos se hayan escrito, afirma:

Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?

Antes se ha referido al ave, al bruto y después al arroyo, terminando:

En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan suave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?

         Yo sin embargo, veo que la “libertad” del ave, del bruto, del pez  y del arroyo, no es comparable a “nuestra” libertad y con esto volvemos a caer en el círculo: ¿Cuál es la libertad de Segismundo y cuál es la nuestra? El arroyo, no tiene más opción que discurrir por la pendiente y por el cauce que “él mismo” se ha labrado y de forma similar, el ave, el bruto y el pez se mueven por su respectivo hábitat y no por otro, que no son intercambiables. No puede el tren circular por la autovía ni un autobús por la vía, a no ser que se realice un trabajo de adaptación a sus ejes y a sus ruedas.

         Enrique Martínez Lozano, soluciona esta quimera de forma magnífica en las 54 páginas del capítulo 9, "No-dualidad y despliegue histórico. La vida como representación", del libro “Otro modo de ver, otro modo de vivir. Invitación a la no-dualidad” (Desclée de Brouwer) No es fácil resumir las densas 54 páginas en un escrito como este; pero simplificando mucho las cosas, alcanzamos la ansiada libertad, cuando “despertamos” del sueño del “ego”, a nuestra verdadera identidad, cuando somos testigos, espectadores de nuestra vida y no actores de la misma.
         
Hay una magnífica canción carismática para el tiempo pascual, cuya letra es:

Mirad, despertad ya del sueño.
Mirad y veréis al Señor.
Mirad y sabréis que la muerte
ha quedado vencida,
porque resucitó.

Ya se acaba la noche, ¡resucitó!
Ya termina la pena, ¡resucitó!
Nos llenó de alegría, ¡resucitó!
Nos llenó de esperanza,
¡Resucitó!


        
La muerte por tanto es nuestra prisión, nuestra vida, si consideramos la misma como la prisión de Segismundo y la vida es vivir, en el Señor que nos acompaña y que guía nuestros pasos, en el que “nos movemos  y existimos”, no  en el cerebro, como apunta el autor del libro “El fantasma… “ Hay algo más que neuronas y neurotransmisores.

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