Amad a vuestros enemigos
Haced el bien a vuestros enemigos, dice Jesús. Es una enseñanza tan radical e irracional que la gente tergiversa sus palabras para eludirla. Thomas Moore, en Jesús y el alma de los evangelios, pág. 173
En el citado libro hay un capítulo dedicado a este mandato evangélico y
pone un ejemplo muy significativo: el atentado a las Torres Gemelas en Nueva
York en 2001: "Si uno acatara ese mandato, se encontraría ciertamente en
una realidad alternativa, en un reino, muy distinto del mundo que conoce y ama.
Es un mandato que va contra la razón convencional, la filosofía del mundo y la
pasión, pura y dura.
Las dos semanas siguientes al atentado contra las torres del World Trace
Center... fueron intesamente tranquilas... no ocurría nada de particular en un
mundo conmocionado por la barbarie... en ese periodo de tiempo en el cual no se
produjo ningún tipo de venganza, sentí un poder positivo, creativo y
esperanzador. pensé que los Estados Unidos tenía en esos momentos la
oportunidad de demostrar al mundo que era un
auténtico líder mundial"
Pero
los generales estaban planificando sus contraataques. "... empezaron a
caer las bombas ... y no han dejado de caer, Estados Unidos ha dejado de ser, a
los ojos del mundo, un líder moral... La petición de Jesús de no crearse
enemigos desoída"
El
avance moral del "ojo por ojo", ha quedado estancada desde los
tiempos bíblicos, y no sólo en guerras entre países, sino entre
nosotros, los que saludamos al vecino en la escalera, o vamos a hacer la compra
en el "súper" del barrio. y sigo copiando algún párrafo de este
interesante capítulo: " La idea del yo tiene que cambiar antes de
poder adoptar el mandato de Jesús. Aunque no somos conscientes de ello, por lo
general suponemos que el yo es algo que debemos de defender y arrojar a la cara
del otro. Aquí Jesús nos dice que debemos dejar que nuestros actos broten
directamente del corazón y no debido a un ansioso deseo de autoprotegernos.
Si actuamos de esa forma anticonvencional, seremos hijos del Altísimo, ciudadanos
del cielo y miembros del Reino, e imitaremos el amor del Padre por sus
criaturas. Este "ágape" no es un amor puramente humano, aunque se basa en las
profundas emociones de la comunidad humana. Trasciende el burdo sentimiento de
autocomplacencia, y nos lleva más allá de la filosofía y la práctica humana
convencional. Al amar sin esperar nada, accedemos al Reino celestial"
Poco
más hay que añadir. Sin embargo, vemos acciones en almas grandes y en nosotros
mismos, que a veces, van por ese camino, que lleva a la utopía de
Isaias, que las espadas se convertirán en arados.
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