viernes, 6 de octubre de 2023

 Reflexión matinal, pensando en la noche

El reposo de la noche
que recibe nuestro día,
nos recuerda sin reproche
que la vida se termina.
Himno de completas


Estoy leyendo el libro Esta noche en casa, que, a mi modo de ver, es una continuación del clásico El regreso del hijo pródigo de Henri J.M. Nouwen, del que tomamos esta nota de Wikipedia: "Sus libros son muy valorados tanto por protestantes como por católicos. En el nombre de JesúsPayasadas en RomaLa vida del amadoEl regreso del hijo pródigo y El camino del corazón son solo algunos de sus títulos más reconocidos. Después de casi dos décadas como profesor en la Menninger Foundation Clinic de TopekaKansas (EE. UU.) y en las Universidades de Notre DameYale y Harvard, abandonó su trabajo para compartir su vida con personas con discapacidad mental en la comunidad de El Arca de Daybreak en Toronto (Canadá). Murió en septiembre de 1996 de un ataque al corazón".
"Esta noche en casa" está escrito a partir de notas y grabaciones de Henri J.N. Nouwen, ya que se editó en 2009 y Henri murió en 1996. Es un libro estupendo, porque hace que te vayas identificando con un personaje del cuadro, según el momento por el que atraviesas en tu trayectoria vital. Y ya sin más rodeos, comienzo mi "meditación matinal",  que más bien transcribo y corrijo lo que comencé hace unos días,  ciñéndome al final del segundo capítulo:
En esta páginas se nos dice que Dios está con el hijo que sale de la casa paterna. No le reprocha nada. Tiene libertad de hacerlo y él se dará cuenta de las consecuencias de su decisión. En ese sentido todos somos hijos pródigos que estamos saliendo y volviendo continuamente. Ocurre que no tenemos la confianza necesaria para volver "como si nada hubiera pasado", pensamos en la "reprimenda" y no se nos ocurre pensar que el Padre nos va a recibir con los brazos abiertos.
Invita en la página 58 a meditar la postura del hijo pequeño en el cuadro en los brazos de su padre y al mismo tiempo invita a imaginar cual sería nuestra postura en el cuadro. Hay muy pocos personajes, además del padre y el hijo, un criado observando y algunos espectadores en penumbra. Yo no me veo, la verdad. Me gustaría estar en la piel del hijo abrazado al padre; pero no estoy, ni siquiera en el cuadro. Es posible que no me haya ido de casa, aunque en este momento esté fuera y cuando vuelva ya habrá pasado la escena y me encuentre con la fiesta. Como no me he ido, mi vida fluye correctamente; pero ¡Ojo! a los tibios los vomita el señor. Lo dice el Apocalipsis. La conclusión es que tengo que salir, no hace falta que salga de casa; pero de mi mismo, de mi comodidad, de mi tibieza y regresar al Padre

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