Sabiduría
para despertar.
(Una
lectura transpersonal del evangelio de Marcos)
Este artículo lo escribí en el primer domingo de Cuaresma de este año.
Posiblemente, alguien lo haya leído, ya que lo mandé por correo electrónico a mis contactos.
Este libro[1]
lo compré hace relativamente poco, sin darme cuenta que en este año la liturgia
lee el evangelio de Marcos. Me complace esta “sincronicidad”.
Mc, 1, 12-15 “En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús
al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por
Satanás, vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a
Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el evangelio de Dios. Decía: Se ha
cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el
Evangelio”, que ayer se leyó en la misa dominical del primer domingo de
Cuaresma.
Asistí a misa en
la parroquia de San Pablo a las 19.30 y en la breve homilía que pronunció el sacerdote,
muchos puntos coinciden con los expuestos en este libro. Además, comentó el
pasaje de las tentaciones de Lucas y Mateo, cosa que no hace Marcos,
coincidentes plenamente por el comentario que hace Martínez Lozano en la página
41, que transcribo: “Mateos y Lucas,
hablarán de una triple tentación,
cada una de las cuales puede sintetizarse en un palabra: tener, poder y aparentar. Son las tentaciones de todo ser humano,
porque en realidad son los medios a los
que el yo se aferra para mantener su ilusoria sensación de existir.
Mientras estemos identificados con el yo,
viviremos para tener, el poder o la imagen (y la fama); venceremos las
tentaciones a medida que crezcamos en desidentificación”.
Y en el recogimiento de la misa, me di cuenta
perfectamente, que muchas veces, más de las que pensamos, caemos en crisis,
motivadas por alguna de estas tentaciones. Examínese cada uno/a; pero la
Cuaresma, nos dijo también el sacerdote, es precisamente para esto, para una
introspección sincera, es “ir al desierto” y dejarse arrastrar por el Espíritu,
con mayúsculas, en donde uno se encuentra con fieras y ángeles que te sirven y
te reconfortan. Lo dice Martínez Lozano en el comentario que hace del
evangelio.
Voy a transcribir, lo que dice del versículo 1, 12 “El
Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días,
dejándose tentar por Satanás, vivía entre alimañas y los ángeles le servían”
En la página 39 podemos leer: “Ese es Jesús: el hombre que se deja “arrastrar” por el Espíritu, el
hombre entregado a la Voluntad de Dios, porque está absolutamente desapropiado
de sus ego, desidentificado de su yo” y más adelante, en la misma página
leemos: Dios no “mora” en ningún lugar físico… lo podemos ir en todo momento.
Basta con que acallemos nuestras propias voces interiores, la voz de la mente,
para que, viniendo al presente, su presencia se nos haga manifiesta. Al
silenciar las voces de la mente, venimos a caer en la cuenta, en palabras de
Ken Wilber, “la omnipresente conciencia
Divina no es difícil de alcanzar, sino imposible de evitar””
Más adelante, en la página 43 leemos: “Jesús vivía en la Presencia, con una calidad
e intensidad tal que le permitía escuchar con total nitidez: “Tu eres mi Hijo amado”. Esta expresión
define a Jesús: es el Hijo amado. Y es desde esa experiencia honda de su
identidad desde la que inicia a partir de ahora su misión.
Y
su misión no consistirá en otra cosa que en ayudar a vernos y experimentarnos a
nosotros mismos, como Él, hijos amados,
hijas amadas de Dios.
Desde
el mismo inicio, Jesús es presentado como un hombre lleno del Espíritu – somos Espíritu en forma humana – y estamos
“naciendo”constantemente del Padre Dios,
viviéndose en nosotros. Y esa experiencia nos ayuda a “desegocentrarnos” para
acceder a la percepción de nuestra identidad profunda, en la Unidad con Jesús y con todos los seres”
[1]
Sabiduría para despertar, una lectura transpersonal del evangelio de Marcos
Enrique Martínez Lozano
Ed. Declée de Brouwer
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