Del
sufrimiento a la paz.
Pinceladas
del primer capítulo del libro del
P. Ignacio Larrañaga
La
paz es criterio seguro de la presencia de Dios
Lo repite el P. Ignacio en sus charlas
Hay
personas que funcionan socialmente bien mediante mecanismos de disimulo (los
enfermos no consiguen disimular) o de sentido común, pero interiormente son
tristeza y dolor. Estos no son “enfermos”, no tienen síntomas patológicos; pero
sufren una agonía mortal, y, con frecuencia, ni siquiera saben por qué.
Pág. 21 de este libro
La
clave de la salvación es dejar que las cosas sean como son, contemplando y
considerando todas las cosas como buenas.
Pág. 45 del este libro
He comenzado a leer el libro
del P. Ignacio Larrañaga, “Del sufrimiento a la paz” y quiero compartir lo
poco que he leído, no sin antes advertir, que no quiero dar lecciones a nadie,
pues ya sabéis el dicho: “Cuando el discípulo está preparado aparece el
maestro” y yo no soy más que un discípulo, que está preparándose, a la
espera del maestro, que por ahora es Ignacio Larrañaga. Queda mucho por
aprender.
Al
comenzar, el primer capítulo, en la página 12 del citado libro leemos: “Se
dice: mientras haya a mi lado quien sufra, yo no tengo derecho a pensar en mi
felicidad.
Estas
palabras suenan muy bien, pero son falaces. Tienen una apariencia de verdad;
pero en el fondo son erróneas. A la primera observación del misterio humano
saltarán a nuestros ojos una serie de evidencias como estas: Los amados aman.
Sólo los amados aman. Los amados no pueden dejar de amar.
Sólo
los libres liberan, y los libres liberan siempre. Un pedagogo modelo de madurez
y estabilidad hace de sus discípulos seres estables y maduros, y esto sin
necesidad de muchas palabras. Lo mismo sucede con los padres respecto a sus
hijos. Y, por el contrario, un pedagogo inseguro e inhibido, aunque tenga todos
los pergaminos doctorales, acaba envolviendo a sus discípulos en un halo de
inseguridad.
Los que
sufren hacen sufrir. Los fracasados necesitan molestar y lanzar sus dardos
contra los que triunfan. Los resentidos inundan de resentimiento su entorno
vital. Sólo se sienten felices cuando pueden constatar que todo anda mal, que
todos fracasaron. El fracaso de los demás es un alivio para sus propios
fracasos; y se compensan de sus frustraciones alegrándose de los fracasos
ajenos y esparciendo a los cuatro vientos noticias negativas, muchas veces
tergiversadas y siempre magnificadas. Una persona frustrada es verdaderamente
temible.
Los
sembradores de conflictos, en la familia o en el trabajo, siendo perpetuamente
espina y fuego para los demás, lo son porque están en eterno conflicto consigo
mismos. No aceptan a nadie porque no se aceptan a sí mismos. Siembran
divisiones y odio a su alrededor porque se odian a sí mismos”
Después
de este párrafo, que acabáis de leer, ¿Qué puedo añadir yo? Poca cosa
ciertamente. Si miramos a nuestro alrededor, no vemos más que reflejos de la
última parte del párrafo, incluso, casi “predicadas” por la pantalla de casi
todas las televisiones. ¿Dónde están los que aman, los libres, los verdaderos
pedagogos, de la vida? Están, cierto es; pero por desgracia, los medios
audiovisuales, no amplifican su labor ni su palabra e incluso el “Gran
libertador” Jesús de Nazaret, tiene su voz apagada por las voces y hazañas, de
los ídolos de turno. Por poner un ejemplo, hace poco vi una entrevista de un
famoso presentador de televisión al P. Fortea, que casi se escandalizaba porque
el P. Fortea no sabía quién era Messi. El, por supuesto, el presentador se
declaraba ateo, así es que aunque hubiera oído hablar de Jesucristo, no lo
conocía.
Lo
dicho, estoy aprendiendo, espero conseguirlo, irradiar la luz, a la que alude
el P. Ignacio, pues según él sólo los iluminados, y aquí no hay que darle el
sentido peyorativo que se le da a esta palabra, pueden irradiar luz. En eso
estoy y puedo añadir que apenas he leído superficialmente el primer capítulo de
este libro, para darme cuenta que es un regalo de Dios, el tenerlo en mis manos,
aunque resalto lo que el autor dice: no basta con leerlo, ni releerlo, hay que
trabajar, con perseverancia y sin desánimo las tareas que propone. Los frutos
serán abundantes, no sólo para nosotros, sino para las personas que viven en
nuestro entorno, pues la felicidad se contagia, al igual que el enfado, la agresividad,
la M.L. (léase “leche agriada”), el egoísmo y toda clase de pecados capitales.
Una
pincelada de esta lectura, un tanto "por encima" la resumo, diciendo
que tenemos que empezar por nosotros mismos, como ya he indicado "sólo
haremos felices a los demás, si nosotros lo somos", lo cual no
implica buscar exclusivamente la felicidad de un modo narcisista, que acaba en
el vacío y en la desolación. Tenemos dos caminos en nuestra vida, uno es agonizar,
lo que nos lleva a la desolación y a la muerte y otro es vivir, eliminando el
sufrimiento.
El
hombre, al tomar conciencia de sí mismo, lo llevó a la pérdida del paraíso.
Tuvo que aprender a vivir con la aparición del sufrimiento y así hasta nuestros
días. Es precisamente la intención del P. Ignacio, mitigar en lo posible este
sufrimiento, al escribir este libro y lo expresa del siguiente modo en la
página 19, dentro del apartado La
maldición de la mente, “… coincidiremos
con E. Fromm, que “la mente humana es la
bendición y la maldición para el hombre”. Es verdad que la Historia está
lanzando sin cesar desafíos… como acabar con las guerras, la pobreza… pero por
encima de las altas tareas que la Historia pueda encomendar al hombre, su
quehacer fundamental y transhistórico es y será siempre: qué hacer y cómo hacer
para llegar a ser dueño de su propia mente, de sí mismo. Dicho de otro modo:
qué hacer para que la mente sólo sea fuente de bendición”
A
continuación en el apartado Unos amigos
para el camino, anuncia que en el capítulo III desarrollará ampliamente
“tareas” para ello, anticipando aquí cuatro puntos, o pilares:
1.
Salvarse a sí mismo
2.
Despertar
3.
Paciencia
4.
Poder mental
Mi intención es ahora, es “subrayar” lo que sigue desde la página
19 hasta la 36, sin mayores comentarios, pues como terminaba la entrada, no soy
yo nadie para decirle a otro lo que tiene que hacer. Muestro simplemente por
donde se puede ir, según la guía que el P. Ignacio Larrañaga muestra en este
libro, los pasos los tiene que dar el que busca. Imagínate que estás en tu
ciudad y viene un turista que te pregunta por donde se va a la catedral. Se lo
explicas y el turista se sienta en el
banco que está próximo. ¿Llegará así a la catedral?
Dicho lo dicho, comenzamos con rotulador fluorescente a subrayar
el libro, sin mayores comentarios.
1.-
Salvarse a sí mismo.
De la página 21 a la 23: “… no se trata
de salvar: esto es, una acción dinámica por la que alguien libra a otro de un
peligro… Hablamos de salvarse: esfuerzo por el que uno mismo, con sus propios
medios, se pone a salvo evitando caer en un peligro o saliendo de una situación
mortal…. Nos referimos a ciertas iniciativas que cualquier persona puede
utilizar, a modo de autoterapias, para mitigar el sufrimiento… salvarse del
miedo, tristeza, angustia, vacío de la vida… Es uno mismo quien puede y debe
salvarse asimismo, para adquirir de esta manera la tranquilidad de la mente y
el gozo de vivir…
Cuando
decimos salvarse no nos estamos refiriendo a enfermedades o disfunciones
mentales… Hay personas que funcionan socialmente bien mediante mecanismos de
disimulo (los enfermos no consiguen disimular) o de sentido común, pero
interiormente son tristeza y dolor. Estos no son “enfermos”, no tienen síntomas
patológicos; pero sufren una agonía mortal, y, con frecuencia, ni siquiera
saben por qué… Sacan a relucir sus problemas matrimoniales o profesionales;
pero… su problema es la sensación que tienen de que la vida se les escapa sin
haber vivido… Sin poder explicárselo se sienten asediados por el vacío… sienten
una desazón general y un cansancio vital…
Frente
a este panorama, salvarse significa ir suprimiendo o disminuyendo las fuentes
del sufrimiento, mediante ejercicios y prácticas, [que se darán más adelante en
este libro]… y esta sagrada tareas nadie la hará por mí o en mi lugar… En las
emergencias de la vida,… nos encontramos con el consejo de un maestro,… con un
especialista,… con la veteranía y el cariño de los padres. Entre todos ellos,
sin embargo no conseguirán salvarme.
Las
orientaciones y consejos no tienen una eficacia salvadora automática por el
hecho que provengan de un maestro experimentado… Al final no existe otro
“salvador” de mí mismo que yo mismo…”
2.-
Despertar.
De la página 23 a la 27: “Despertar es el
primer acto de la salvación. La conciencia es como una isla, de pocos
kilómetros cuadrados, situada en medio de un océano de profundidades
insondables y horizontes casi infinitos. Este océano se llama subconsciente”…
El
hombre por lo general, es un sonámbulo que camina, se mueve… pero está
dormido…a veces da la impresión de ser un títere movido por hilos misteriosos e
invisibles.
Es el
mar profundo del hombre, el lado irracional que, mediante mecanismos que
parecerían sortilegios, lo van llevando en direcciones inesperadas… ¿Funciona
todavía la libertad? Cuantas veces el hombre no entiende nada. Y sufre
Sufre
porque está dormido… y dormir significa estar fuera de la objetividad… Dormir
significa estar fuera de la objetividad… proyectar mundos subjetivos sobre los
sucesos exteriores. Las inseguridades y temores son, por lo general, hijos de
una obsesión.
… Es
preciso despertar. Y despertar es salvarse; es economizar altas cuotas de sufrimiento…,
es el arte de ver la naturaleza de las cosas, en uno mismo y en los demás, con
objetividad, y no a través del prisma de mis deseos y temores…
Siempre
que te sorprendas a ti mismo, en cualquier momento del día o de la noche, agobiado por la angustia o el
temor, piensa que estás dormido o soñando; haz una nueva evaluación de los
hechos, rectifica tus juicios… Dedícate asiduamente al ejercicio de despertar.
Siempre que te encuentres turbado, levanta la cabeza y sacúdela; abre los ojos
y despierta. Muchas tinieblas de tu mente desaparecerán, y grandes dosis de
sufrimiento desparecerán.!
3.-
Paciencia.
De la página 27 a la 34: “… el equipo
instintivo (en los animales) los conduce certeramente por los caminos de la
supervivencia. No suceda así con el hombre. Una vez nacida, la criatura humana
es el ser más desvalido de la creación. Todo lo tiene que aprender…
Aprende
en suma a utilizar la inteligencia, en lugar del instinto… y el uso de la
inteligencia obliga al hombre a utilizar un complejo proceso de análisis,…todo
lo cual involucra grandes incertidumbres e impredecibles emergencias…
Vivir
es el arte de ser feliz; y ser feliz es liberarse, en mayor o menor grado, de
aquella ansiedad que, de todas formas, seguirá porfiadamente los pasos humanos
hasta la frontera final…
Cuando
decimos paciencia, queremos significar esfuerzo, orden y dedicación en la
práctica de los ejercicios de autocontrol, relajación, meditación… (que más
tarde se presentarán en este libro)…
El
día menos pensado, cuando crías haber dado pasos decisivos hacia la
tranquilidad mental, entras inesperadamente en una fatal crisis de angustia.
Cualquier día vas a sentirte hastiado de todas estas “terapias” y caminos de
paz, con la aguda sensación de estar perdiendo el tiempo… No te asustes contigo
mismo. ¡Despertar!: saber que las cosas son así, y aceptarlas como son, he ahí
el misterio de la paciencia. En realidad estás avanzando; pero este ascender
está cuajado de retrocesos, vacilaciones y altibajos. Acepta con paz esta
realidad...”
4.-
Poder mental.
De la página 34 a la 36, final del capítulo: “Las cosas existen en la medida que existen en mi mente. Si estás
profundamente dormido, nada existe para ti en ese momento. Aunque… esté
ardiendo la casa de tu vecino, para ti nada sucede…
Se trata de adquirir un poder tan omnímodo sobre mi
mente, que pueda interrumpir a voluntad su funcionamiento, cuando me dé cuenta
que pueda interrumpir a voluntad su funcionamiento cuando me dé cuenta de que
está siendo dominada por recuerdos desabridos o memorias dolorosas…
No hay peor prisión ni más dura esclavitud que una mente ocupada
obsesivamente por evocaciones quemantes y complejos torturadores. Como mayor
libertad de tener a mano la llave que puede abrir y cerrar el curso de la
actividad mental. Soberanía quiere decir ser el árbitro de mí mismo, de mi
actitud interior….
Este es, pues, uno de los medios más poderosos de liberación. Con
este fin (en este libro) ofreceremos
numerosos ejercicios para que el lector, a través de un paciente y constante
entrenamiento, pueda alcanzar la capacidad de desconectar a voluntad el motor
de su mente, de manera que se apaguen los fuegos y el alma se transforme en un
huerto placentero.”
Y hasta
aquí, mi subrayado. No sé si ha sido exhaustivo, o se ha quedado corto, o me he
pasado. Tú, amigo lector/a, tal vez hubieras hecho otro; pero lo importante es
ponerse a caminar. No se puede ir a la catedral, sentado en un banco del
parque, por muy bien que se conozca el camino, ni subir a la Peña de Francia,
mirando, aunque sea con todos los detalles, el plano del sendero. Es necesario,
armase de bastón, buenas botas de montaña, mochila con el agua y, si puede ser
una tortilla, con pan, chorizo, lomo, jamón y esto es lo importante: ponerse a
caminar por la empinada cuesta. Lo otro tal vez sea accesorio. Hay quien ha
subido descalzo, cumpliendo una “manda” a la Virgen de la Peña.
Y ya está. Seamos como Ulises,
en el camino hacia Ítaca. Tapémonos los oídos ante los cantos de sirena y
sorteando los peligros vayamos a la conquista de la felicidad. Yo el primero.
Me está gustando el libro y este primer capítulo ya lo he releído; pero tengo
que seguir. Con paciencia y despertando de las anestesias, que nos impone la
vida de ahora, que son muchas. No vaya a ser que sabiendo donde está la “perla
preciosa”, nos contentemos con las de bisutería.
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