No podemos caminar, por el desierto bajo el sol (1)
Preguntad
a las naciones: ¿Quién oyó cosa igual? Algo horrible ha cometido la doncella de
Israel. Mi pueblo se ha olvidado de mí, para ofrecer incienso a dioses vacíos que les
hacen desviarse de las sendas antiguas, y tomar veredas y caminos no trazados;
dejarán su tierra desierta, y será
objeto de burla perpetua; todo el que pase por ella quedará estupefacto y
meneará la cabeza.
Jeremías 18, 13; 15-16
No es fácil resumir en
pocas líneas la actualidad de este pasaje bíblico, escrito hace más de 2500
años. No voy a fijarme en la sociedad de hoy, ni en la de ayer. No soy quien
para juzgar, pues como me comentaba una buena persona “bastante tengo con lo
mío, para fijarme en lo que hacen los demás”. Me fijaré en la frase: “Mi pueblo
se ha olvidado de mí” ¿Y cómo lo interpreto? Fijándome en quien nos hemos
olvidado, de Jesús de Nazaret, en su mensaje, en su evangelio, que nos invita a
entrar en “el Reino”, aquí y ahora, en la tierra. Sigue leyendo, amigo lector,
que no voy a soltar un sermón, ni un tratado teológico. Sólo voy a comentar unas
cuantas ideas, que he sacado del libro, que ya he citado en anteriores entradas,
de este mismo blog: “Jesús y el alma de
los evangelios” de Thomas Moore de ediciones Urano.
Cuando escribo esto, puedo
resumir lo que he leído, hasta el capítulo 5 incluido, así: Hay cuatro
conceptos claves y puedo resumir en cuatro puntos, siendo el primero la “metanoia”,
que procede de dos importantes vocablos griegos: “meta” y “noia”.
Meta significa después, en ocasiones “más allá” y noia se refiere al orden del
universo. Podríamos identificar el término, para lo que queremos expresar, como
cambio de manera de pensar, en definitiva conversión. Copio literalmente de la
página 57: “La metanoia es uno de los cuatro términos griegos que resumen la
filosofía de Jesús. Los otros son basilea,
agape y therapeia: el reino, la regla del amor y la labor de sanar. Los
cuatro términos están relacionados entre sí; los cuatro interactúan,
definiéndose unos a otros.”
La visión de Jesús es
sutil y trasparente y posee un mayor fundamento y certeza que cuando nos gritan
a la cara. También Jesús habla claro muchas veces, como cuando delante de la
mujer adúltera, afirma “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
Pero el concepto de “metanoia” lo expresa en algunos
pasajes, como el de Nicodemo, Juan 3,15.
“A menos que alguien nazca del agua y del
espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. En este pasaje, se nos
invita a “nacer de nuevo”, es decir
a entrar en el reino.
Volviendo al libro, el
capítulo 2, titulado “Un cambio radical
de visión”, está todo dedicado a la metanoia, a nuestro cambio de
actitud y de manera de pensar, que complementa con el siguiente capítulo,
dedicado íntegramente a las “bodas de Caná”, en que Jesús realiza su primer “milagro”,
como sabemos, convirtiendo el agua en vino, y que “estruja” más el concepto de metanoia;
pero antes, vamos a detenernos en la página 59, dentro del apartado “La alquimia del bautismo”: A partir de
Mateo 3,11: cuando pone en boca del Bautista, “Yo os bautizo con agua… Pero el que viene d detrás de mí… os bautizará
con Espíritu Eanto y fuego”, leemos literalmente: “El bautismo es la expresión simbólica y ritual de la metanoia, y ese pasaje revela que el bautismo
presenta dos aspectos, simbolizados por el agua y el fuego. El agua disuelve el
viejo mundo… y el fuego… quema nuestra vieja vida y nos incita a vivir una
nueva”. Podría extenderme mucho más; pero no quiero cansar al lector y paso
a comentar algo del siguiente capítulo, dedicado como dije antes a la
conversión del agua en vino en las bodas de Caná. Antes quiero advertir, que
este libro, no sigue al pie de la letra las enseñanzas tradicionales y
ortodoxas sobre los evangelios, de hecho el substituto de este capítulo es “Jesús
el epicúreo”, aunque también es verdad, que no se sale de ellas. Dicho esto,
nos vamos a Caná de Galilea y leemos en la página 67: “La humanidad que emana de esta historia forma parte de su mensaje: Jesús
reacciona ante la preocupación de su madre y ofrece una muestra de su doctrina
durante una fiesta, a propósito de algo tan corriente como el hecho de que el
vino se agote. Al mismo tiempo, el
banquete de boda representa la condición humana presente: nuestro vino, nuestra
vitalidad, complejidad y espíritu, se agota. La transformación del agua en vino
significa un cambio más profundo en el espíritu humano; es el paso de la simple
inconsciencia a una visión embriagadora. Constituye el tema central de los
evangelios: experimentar un cambio de visión y descubrir la vida en toda su
abundancia e intensidad”. No quería entretenerme mucho, en este capítulo,
que dará para mucho más, solamente diré que cita, entre otros, a Thomas Merton, que según el autor,
poseía el espíritu de Caná: “era al mismo
tiempo ascético y epicúreo, al igual que Jesús “ y a Santo Tomás de Aquino, que “se refirió también al estado de embriaguez
en un sentido teológico: “el vino, observó
en su comentario sobre “De Trinitate de
Boecio”, con frecuencia significa la sabiduría dina, mientras que el agua
significa la sabiduría secular”
Pues bien una vez que
hemos experimentado la “metanoia”
entramos en “basilea”, el reino y una vez allí actuar con “agape”, la regla del
amor, practicando la “therapeia”, la sanación como hizo
Jesús.
En próximas entradas intentaré desmenuzar esto
un poco más.